
El pasado jueves fue un día de sentimientos encontrados. Por un lado, el corazón lleno de alegría y gratitud por todo lo vivido tan cerquita tuya; y por otro lado, la nostalgia de despedirse del que ha sido faro y guía para nuestra Hermandad, así como para muchos de nosotros de manera aún más personal, durante estos 12 años.
Juan Antonio, gracias por tu servicio y por tu hospitalidad, pero sobre todo, gracias por enseñarnos siempre que nuestros pasos no pesan si vamos de la mano de María, que nuestro sendero es más llevadero si nos encomendamos a ella. Gracias por tu ejemplo, por llevar a la Virgen siempre por bandera.
Los caminos del Señor solo Él los conoce, los demás nos limitamos a seguirlo ciegamente con la certeza de que, donde Él nos lleve, buen destino será.
No sabemos qué te deparará tu nuevo hogar, lo que sí tenemos claro es que tu vocación seguirá dando fruto allá donde vayas. Gracias por tu “SÍ”, Juan Antonio, gracias por darte del todo para servir al Señor y a la Iglesia. Somos muy afortunados por tenerte en ella.
Te vas, pero dejas aquí una gran huella inolvidable. Espero que te vayas tan llenito de cariño como los que nos quedamos aquí.
Que la Virgen te siga cubriendo siempre bajo su manto y que el Pastorcito Divino te bendiga en cada nuevo destino.
Sabes que aquí siempre vas a tener tu casa.
Te queremos.